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SE ACABÓ LA LINDE Y…, A LA TERCERA, NO FUE LA VENCIDA.

Por cuarta vez, este año, el Procurador del Común se ha visto en la obligación de incluir a nuestro Ayuntamiento como «entidad no colaboradora con la Institución».

Fuente: https://www.procuradordelcomun.org/administraciones-no-colaboradoras-en-la-remision-de-la-informacion/1/

Si el Ayuntamiento no informa al Procurador del Común, que es una Institución propia de nuestra Comunidad autónoma para la defensa y protección de los derechos reconocidos a los ciudadanos por la Constitución Española y el Estatuto de Autonomía de Castilla y León…

… y tampoco está informando a la Asociación Vecinal sobre cuestiones de tanta trascendencia para la vida del pueblo como, ¿por qué se encuentra paralizada la obra del polideportivo municipal?, cerrada la cantina municipal, con o sin multa por sentencia judicial, paralizadas las normas urbanísticas del municipio o, ¿por qué aún no se han demolido las ventanas construidas junto al solar municipal de la antigua fonda?, ni tampoco aprobado el presupuesto 2021, sobrando dinero en la cuenta del Ayuntamiento…

¿QUÉ CONFIANZA PODEMOS DEPOSITAR EN ESTA FORMA DE ACTUAR?

¿O ACASO PIENSAS QUE NO TE INCUMBE, QUE NO PASA NADA?

En este último caso concreto con el Procurador del Común, ¿cual es el problema que tiene el Ayuntamiento para no dar información sobre algo tan transparente en nuestra democracia como es, la periodicidad de las sesiones ordinarias del Pleno?

«Estábamos jugando con Platero y con el loro, en el huerto de mi amigo, el médico francés, cuando una mujer joven, desordenada y ansiosa, llegó, cuesta abajo, hasta nosotros. Antes de llegar, avanzando el negro mirar angustiado a mí, me había suplicado:

—Zeñorito, ¿ejtá ahí eze médico?

Tras ella venían ya unos chiquillos astrosos, que, a cada instante, jadeando, miraban camino arriba; al fin, varios hombres que traían a otro, lívido y decaído. Era un cazador furtivo de esos que cazan venados en el coto de Doñana. La escopeta, una absurda escopeta vieja amarrada con tomiza, se le había reventado, y el cazador traía el tiro en un brazo. Mi amigo se llegó, cariñoso, al herido; le levantó unos míseros trapos que le habían puesto, le lavó la sangre y le fue tocando huesos y músculos. De cuando en cuando me decía:

—Ce n’est rien…

Caía la tarde. De Huelva llegaba un olor a marisma, a brea, a pescado… Los naranjos redondeaban, sobre el Poniente rosa, sus apretados terciopelos de esmeralda. En una lila, lila y verde, el loro, verde y rojo, iba y venía, curioseándonos con sus ojitos redondos.

Al pobre cazador se le llenaban de sol las lágrimas saltadas; a veces dejaba oír un ahogado grito. Y el loro:

—Ce n’est rien…

Mi amigo ponía al herido algodones y vendas… El pobre hombre:

—¡Aaay!

Y el loro, entre las lilas:

—Ce n’est rien… Ce n’est rien…»

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ MANTECÓN.