El pasado 14 de febrero de 2021, os informamos de que cada vez más personas veían a TRITIUM AUTRIGONUM como una herramienta para contribuir a “hacer sociedad”. Por ese motivo, un joven burebano de 14 años nos remitió su “blog del tiempo”, que había elaborado por iniciativa propia. Lo puedes consultar en el siguiente enlace:
Desde aquel entonces, la Asociación puso a tu disposición la consulta de las previsiones meteorológicas a través del enlace “JR SOBRE EL MUNDO”. En dicho blog también puedes consultar el tradicional método de predicción que llevan utilizando los pastores desde la antigüedad, “Las Cabañuelas”.
El joven, a través de los signos que la Naturaleza nos ofrece, explica que lo que observa le significa algo, que esos símbolos portan un sentido que está aprendiendo a interpretar.
“Luna, lunera, cascabelera…”
Fuente: imagen por Jorge Rey.
Además, la labor social de este joven no paró ahí, también quiso contribuir de forma activa en el homenaje que la Asociación Vecinal realizó a Rafael el pasado 08 de agosto de 2021: “PARTE DE NUESTRA HISTORIA CON OLOR A TRADICIONES”. En el siguiente enlace puedes consultar la noticia:
Desde aquellos entonces hasta hoy, ha surgido en España una imparable corriente de apoyos y simpatías hacia la iniciativa desarrollada por este joven burgalés. Para muestra, el joven naturalista ha facilitado a la Asociación un ejemplo de las postales navideñas que le han enviado sus seguidores, versan sobre los monumentos de nuestro pueblo y desea compartirlas con todos vosotros.
A través de la dirección de correo electrónico:
podéis decirnos qué postal os ha gustado más.
……..
LA LUNA
“Cuenta la historia que en aquel pasado
tiempo en que sucedieron tantas cosas
reales, imaginarias y dudosas,
un hombre concibió el desmesurado
proyecto de cifrar el universo
en un libro y con ímpetu infinito
erigió el alto y arduo manuscrito
y limó y declamó el último verso.
Gracias iba a rendir a la fortuna
cuando al alzar los ojos vio un bruñido
disco en el aire y comprendió, aturdido,
que se había olvidado de la luna.
La historia que he narrado aunque fingida,
bien puede figurar el maleficio
de cuantos ejercemos el oficio
de cambiar en palabras nuestra vida.
Siempre se pierde lo esencial. Es una
ley de toda palabra sobre el numen.
No la sabrá eludir este resumen
de mi largo comercio con la luna.
No sé dónde la vi por vez primera,
si en el cielo anterior de la doctrina
del griego o en la tarde que declina
sobre el patio del pozo y de la higuera.
Según se sabe, esta mudable vida
puede, entre tantas cosas, ser muy bella
y hubo así alguna tarde en que con ella
te miramos, oh luna compartida.
Más que las lunas de las noches puedo
recordar las del verso: la hechizada
Dragon moon que da horror a la halada
y la luna sangrienta de Quevedo.
De otra luna de sangre y de escarlata
habló Juan en su libro de feroces
prodigios y de júbilos atroces;
otras más claras lunas hay de plata.
Pitágoras con sangre (narra una
tradición) escribía en un espejo
y los hombres leían el reflejo
en aquel otro espejo que es la luna.
De hierro hay una selva donde mora
el alto lobo cuya extraña suerte
es derribar la luna y darle muerte
cuando enrojezca el mar la última aurora.
(Esto el Norte profético lo sabe
y tan bien que ese día los abiertos
mares del mundo infestará la nave
que se hace con las uñas de los muertos.)
Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna
quiso que yo también fuera poeta,
me impuse. como todos, la secreta
obligación de definir la luna.
Con una suerte de estudiosa pena
agotaba modestas variaciones,
bajo el vivo temor de que Lugones
ya hubiera usado el ámbar o la arena.
De lejano marfil, de humo, de fría
nieve fueron las lunas que alumbraron
versos que ciertamente no lograron
el arduo honor de la tipografía.
Pensaba que el poeta es aquel hombre
que, como el rojo Adán del Paraíso,
impone a cada cosa su preciso
y verdadero y no sabido nombre.
Ariosto me enseñó que en la dudosa
luna moran los sueños, lo inasible,
el tiempo que se pierde, lo posible
o lo imposible, que es la misma cosa.
De la Diana triforme Apolodoro
me dejo divisar la sombra mágica;
Hugo me dio una hoz que era de oro,
y un irlandés, su negra luna trágica.
Y, mientras yo sondeaba aquella mina
en las lunas de la mitología,
ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
la luna celestial de cada día.
Sé que entre todas las palabras, una
hay para recordarla o figurarla.
El secreto, a mi ver, está en usarla
con humildad. Es la palabra luna.
Ya no me atrevo a macular su pura
aparición con una imagen vana;
la veo indescifrable y cotidiana
y más allá de mi literatura.
Sé que la luna o la palabra luna
es una letra que fue creada para
la compleja escritura de esa rara
cosa que somos, numerosa y una.
Es uno de los símbolos que al hombre
da el hado o el azar para que un día
de exaltación gloriosa o de agonía
pueda escribir su verdadero nombre”.
JORGE FRANCISCO ISIDORO LUIS BORGES.