Tres puntos o referencias son necesarios para caminar sin perderse y mantener claro el rumbo. En primer lugar debes de tener interiorizado cual es tu punto de partida, tus orígenes, tradiciones y cultura, aquello que te ha hecho ser lo que eres y formar parte de lo que formas gracias al sucesivo acaecer de los hechos acontecidos de forma natural y no por el suceder de actos planificados. Puede no ser de tu agrado reconocer en que punto de partida te ha tocado estar, pero eso no debe de ser acicate ni excusa para que falsees su correcta identificación o emplazamiento.
En segundo lugar debes de tener claro cual es el punto final del recorrido al que quieres intentar llegar, que puede ser el mismo del que partes u otro muy distinto. Es importante que identifiques la meta con criterios alejados de la utopía, de aquello que no podrás conseguir por que en ese momento del análisis no dispones de los medios para lograrlo. Según tu forma de interpretar tu transcurrir por el tiempo, por tu vida, tienes cierta libertad para elegir el final del camino.
Finalmente el tercer punto es el más importante de todos, pues te permite corregir el rumbo cuando se tuerce. Tienes que saber dónde está el Norte, diferenciar los valores de los vicios. Poder mirar hacia arriba en los momentos de incertidumbre o de oscuridad y ver esa estrella que te enseñaron a identificar en la niñez y que no se parece en nada a la luna llena, que oculta tanto la oscuridad como deslumbra el Norte.
Cuando veas por el camino a alguien que zigzaguea «como pollo sin cabeza» es muy probable que sea por que no tiene claro alguno de estos tres puntos o referencias, los haya perdido, no se los hayan mostrado o no los haya querido aprender.
¡AUNQUE TAMBIÉN ESTÁ EL QUE LOS OLVIDA…
… POR QUE VA POR LIBRE!
En la siguiente publicación puedes comprobar que caminar por nuestro pueblo se ha convertido en toda una afición y son cada vez más las personas que, cuando te ven por la calle, te interrogan: ¿por dónde se puede ir a tal o a cual sitio y por donde volver?.
¡NO LES HAGAS PERDERSE!
CIRCULAR POR SENDAS Y SENDEROS DE MONASTERIO DE RODILLA.
«El viaje empezó bien, puesto que Cuéllar pasó por una aldea cuyos habitantes, uno de los cuales hablaba latín, lo alimentaron y le proporcionaron un caballo y un guía. Después se toparon con ciento cincuenta soldados ingleses que volvían de Streedagh cargados de botín, pero el mozo que guiaba a Cuéllar logró hacerles creer que el español era prisionero de un oficial inglés al que, supuestamente, servía. Al poco, sin embargo, unos lugareños menos amistosos espantaron al guía y apalearon y desnudaron al capitán. Magullado y vestido “con unas pajas de helechos y un pedazo de estera”, este logró llegar a una aldea junto al lago Glencar. Allí encontró a otros tres españoles, que también se dirigían a las tierras de O’Rourke, y se produjo un efusivo momento: “Yo les dije que era el capitán Cuellar; no lo pudieron creer porque me tenían por ahogado, y llegáronse a mí y casi me acabaron de matar con abrazos».
FRANCISCO DE CUÉLLAR (1562-1607).