Hay vecinos que quieren compartir con todos sus recuerdos de la vida en el pueblo. Desde TRITIUM AUTRIGONUM queremos agradecer este tipo de aportaciones. Esperamos que os gusten.
UNA MIRADA RETROSPECTIVA.
«Me remonto a la época de la posguerra, donde la penuria y las necesidades marcaban pautas muy diferentes a las actuales. Vivíamos en los pueblos, acudíamos a la escuela, “nuestra primera universidad laboral”. Convivíamos en amistad con todos, formábamos una gran familia; cultivábamos la amistad, la ayuda, la disposición, el respeto, nos esforzábamos. Con poco sabíamos gozar y disfrutar.
Estábamos en contacto permanente con la “segunda universidad, la del conocimiento natural”. Veíamos pasar el tiempo a través de la naturaleza cambiante. Veíamos a las plantas, árboles, campos y animales crecer. Observábamos cómo todos ellos se engalanaban para ofrecernos sus mejores prendas. Los árboles abrían y alargaban sus brazos para a las aves acoger. Los campos mostraban sus mejores galas. Los manantiales emergían formando borbotones alegremente, deslizándose y en su precipitado correr van trazando caminos para unirse con sus hermanos en cortos o en largos recorridos, ofreciendo su contento y alegría a las gentes que se acomodan en sus orillas. También recibe y aloja a animales y plantas que juegan y viven en su compañía. Sus riveras son exuberantes y muestran orgullosas su verdor y colorido en todo su recorrido. Contemplábamos la vegetación y elevando la vista contemplamos el cielo azul, despejado y límpido unas veces, otras nublado, con nubes juguetonas corriendo de lado a lado, dibujando figuras extrañas, nubes cargadas de piedad y otras amenazantes, que las personas no desean ver porque los campos preñados de bondad, están esperando el cariño solar, que cambie la esperanza del verde, en oro con el que dar pan y alimento a cuantos pendientes de él están.
Recogido y guardado esté oro en hojes y graneros llenarán y así se irán preparando para aguantar nuevas etapas que pronto se acercarán. Los frutales sus joyas nos muestran y deseosas de alagos se nos entregan para uso y disfrute de bocas deseosas de enjuagues, sabores y delicias con las que disfrutar. El sol que ha depositado tanto cariño a este entorno natural, trasformando ahora el oro en pardo otoñal, ofreciendo una hermosa alfombra de elegancia y color. Los campos reciben pronto el auxilio celestial.
Aparecen las nubes e inquietas, hoy aquí, mañana allá, abrirán sus pulmones y la tierra empaparán. El labrador presto, volverá a la tierra a preparar, para depositar en ella las semillas que germinen y arraiguen despacito y sin tardar. Las nubes juguetonas en sus juegos, correrán y correrán y sus aires entre los árboles se deslizarán y poco a poco les desnudarán dejándoles desprotegidos y al descubierto en su totalidad, mostrando la otra cara del crepúsculo otoñal. El tronco y ramas mostrarán y el viento sus brazos agitarán, protestando por el mal trato que este elemento les de: las nubes no pararán y agitadas volverán y volverán y jugando el sol intentarán ocultar, consiguiendo enfriar la tierra y que el frío llegue. Todos los animales buscarán cobijo donde refugiarse y protegerse. Las nubes llorarán y llorarán, soltando gotitas blancas que la tierra cubrirán, ofreciendo blancura y belleza celestial y bajo ese protector manto, la tierra duerme y descansa. Tres meses con el frío, el hombre se recogerá. El cuidado de los animales será labor principal. En los tiempos libres sus aperos arreglará. Con el zapatero, carpintero y herrero pasará. En familia y vecinos al atardecer a las casas jugará y después de cenar con la cama calentita dormirá y soñará con una ilusionante y esperanzadora primavera, que de nueva vida al lugar».
TRITIUM AUTRIGONUM.